martes, 3 de marzo de 2020

LA BAHÍA DE LA MADONA VAGANTE - Portals Nous

Eran rudos marineros que provenían de la ciudad de Génova. El mar era su casa, su hogar. No era la primera vez que tomaban rumbo a occidente. Su objetivo era la costa de España. Gente sencilla, optimista y de buen humor estos marineros de Génova. Por más que el Mediterráneo se comportara de un modo salvaje y caprichoso. Aunque la tempestad y la lluvia azotasen las tablas de la nave. La pequeña imagen blanca de la Madre de Dios, que les acompañaba en todos sus viajes, les preservaría siempre del mal. Así viajaban con la bendición de la Santísima Virgen. Y la Virgen recompensaba esa confianza con su protección y amparo.
Pero vino la noche de la gran tempestad. El mar se enfureció como nunca. El cielo había abierto todas sus esclusas. ¿Se vería impedida esta vez la venerada Patrona de extender su protectora mano sobre los hombres del barco genovés? Los marineros imploraban al cielo, que amenazaba derrumbarse sobre ellos. Dirigían súplicas hacia arriba mientras luchaban contra el temporal furioso y rugiente. Pero el huracán azotaba con fuerza desenfrenada las míseras huestes. Entonces el capitán entonó un himno. Entre la furia del mar llegaron las primeras notas de la canción a los oídos de los marineros. La canción se propagó de hombre a hombre. Era el canto de una oración. Una llamada a la Virgen. Un canto de súplica a la Madre de Dios. ¡Una promesa al mismo tiempo! Si nosotros, tus hijos, pisamos una vez más tierra firme, te erigiremos en ese país un lugar de oración. Y la imagen, que nos ha acompañado a través de todos los peligros de nuestra vida, encontrará allí un nuevo hogar. Y así cuenta la leyenda que los marineros pusieron pie en suelo firme, en la bahía de Portals Vells. Se acordaron de la promesa que hicieron en las horas del gran peligro. En una cueva, a poca distancia del agua, instalaron la blanca imagen de su Patrona. Y muchos creyentes vinieron en adelante a rezar a la Virgen en la Cova de la Mare de Deu de Portals Vells, cuando iban al ancho mar maridos, hijos y amigos.
En viejas crónicas se habla de la “Madona Sancta María del Carma de Mallorca”. Pero no sólo vinieron hombres llenos de piedad y devoción. La Madona estuvo varias veces expuesta al peligro de caer víctima de ladrones. Y como de nada servía tampoco una reja, se decidió asignarle un lugar más seguro. Algunos “viajes” tuvo que emprender de iglesia en iglesia hasta que finalmente, en mayo de 1866, encontró descanso bien merecido en la iglesia parroquial de Portals Nous.

Paraíso balear

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