sábado, 15 de abril de 2017

Bosques de Sant Nicolau - Lérida

Para caminar por el valle de Sant Nicolau hay que madrugar, calzarse unas buenas botas de montaña y entrar en la naturaleza con las primeras luces del alba. Las encrestadas geografías de las montañas del Pallars Jussá dejan entrar los rayos del sol al fondo de los valles durante unas pocas horas al día y no hay que perderse el bosque de abedules bañado por la luz solar, los troncos encendidos entre la negra presencia de los abetos y las temblorosas hojas palpitando por el placer del calor. Sombras y luces entre cumbres inalcanzables que, a pesar de ser centros de poderes telúricos para un buscador de bosques, sólo están de adorno; sencillamente, son los componentes de un enorme decorado que reflejan sus aristas de granito en la pátina azulada de los lagos glaciares durante el verano y sujetan la nieve en invierno.
De las dos opciones que se presentan en el aparcamiento para subir caminando hasta el paraje de la ermita de San Nicolau, destruida por un terremoto en 1907, y su bucólica laguna, la senda por el bosque de abetos es entretenida y en invierno, con hielo y nieve, hasta divertida. Sin embargo, subir por la pista forestal ofrece la posibilidad de mantener un paso monótono para poder contemplar el paisaje al mismo tiempo, para mirar fijamente las puntiagudas copas de los árboles perfilarse entre las sombras rocosas de las laderas de las montañas, para seguir los movimientos de las nubes mientras se deshilachan entre los quebrados relieves modelados por los hielos cuaternarios, para disfrutar en cada instante de un valle que a cada paso se descubre completamente, enseñando sus bosques y manteniendo todos sus encantos a la vista. El principal motivo de proteger de una manera tan radical el espacio geográfico y biológico de Aigües Tortes y el lago de San Mauricio es, sobre todo, la enorme riqueza lacustre y la biodiversidad de especies vegetales que se desarrollan en su territorio. Dos características que convierten al parque en una importantes reserva de aves de toda la cordillera de los Pirineos. Entre las especies más notables que habitan durante todo el año en la zona cabe destacar el azor, el quebrantahuesos, el águila real, la perdiz nival, el urogallo y la extraña lechuza de Tengmalm.
También los grandes mamíferos, como el rebeco o el jabalí, pueden sorprender al senderista saliendo de sopetón de la espesura del bosque; y los fanáticos de convivir día y noche en la naturaleza seguro que antes de dormirse en su improvisado vivac recibirán la visita de un gato montes, una gineta o del casi invisible desmán de los Pirineos.

(Juan José Alonso)

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