Pasaron los días y los meses con el constante temor de que el escritorio se abriera. Una noche, mientras la doncella dormía en sus aposentos, notó que una fría corriente de aire movía las cortinas de su ventana inundando la estancia. Presintiendo lo peor, la muchacha saltó de la cama y se alejó corriendo no queriendo ver el escritorio que. en ese momento, se abría dejando caer al suelo un cajón y desparramando su contenido.
¡Extraño sistema de comunicación, predecesor del telegrama! Algunas semanas más tarde, llegaron noticias sobre la destrucción de la Armada Invencible, confirmando la muerte del alférez. La doncella, presa de un gran dolor, se retiró al convento de Santa Isabel, donde profesó como monja, llegando a ser superiora del mismo.
Curiosidades de Madrid - Isabel Gea
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