lunes, 18 de noviembre de 2019

Leyenda del Pozo de las Eras

Como todo el mundo sabemos por los cuentos que hemos leído de pequeños, cuando un Gnomo o un Hada se mueren, solo muere su cuerpo pues su alma se transforma en un árbol especial, o de gran tamaño, o en árbol singular.
Pues bien, lo que aquí os voy a contar es ni más ni menos una historia sobre los Gnomos y las Hadas de Montoro de Mezquita.
Los Gnomos y las Hadas no se diferencian mucho de nosotros los humanos, para ser
estatura y la otra la bondad que existe dentro de su ser (nunca encontraréis un Gnomo o una Hada mala).
En Montoro de Mezquita vivía un Gnomo llamado Samuel, era un Gnomo joven e inquieto,
había muchas cosas que le gustaban, como hacer pequeñas herramientas para los
talleres de cualquier materia, los campos de cultivo o cualquier otra manualidad. También
le gustaba mucho hablar con sus amigos, en especial con Sabrina “el Hada de la
amistad”.
Pero lo que más le gustaba era pasar largas horas contemplando la Naturaleza.
Se entusiasmaba con los cambios de estaciones, con la floración de la primavera, con la
maduración de los frutos en verano, con el cambio que tienen los árboles en el otoño y
con el letargo del invierno.
Conocía bien las plantas y sus propiedades curativas que aplicaba a todo aquel que lo
necesitara.
Pero lo que más, más le gustaba era bajar al lugar más tranquilo del río y contemplar el
paso del agua.
A menudo Samuel y Sabrina se pasaban largas horas en este lugar conocido como “Pozo
de las Eras”. Horas en las que jugaban a un sinfín de juegos, el que más les gustaba 
practicar era el de intentar tocar el agua arqueándose a cierta distancia del río. En otras
ocasiones, las horas las empleaban en largas conversaciones en las que a menudo
Samuel le expresaba a su amiga la atracción que sentía por ese lugar y le transmitía su
deseo de quedarse algún día allí para siempre. Sabrina le escuchaba y compartía con él
aquella atracción por ese lugar especial. Llego el momento de que sus cuerpos dejaran ya la tierra y se convirtieran en árboles.
Meditaron juntos el lugar donde iba a suceder y los dos cogidos de la mano bajaron hasta
el río; llegaron a aquel lugar donde siempre les había gustado estar y se pusieron a jugar
a tocar arqueados el agua a cierta distancia del río. Poco a poco, los dos cuerpos se
convirtieron en chopos que juegan a tocar con sus ramas el cauce del río.
A algún Gnomo y a alguna Hada más, la idea de estar con ellos les gustó por eso cuando
llegas a hacer tu baño al “Pozo de la Era” en la pequeña playa de arena que hay,
encuentras unos cuantos chopos que tienen una curiosa arqueación hacia el Río
Guadalope. Ahora tú ya sabes el por qué.
Los años pasaron siendo grandes amigos y Sabrina y Samuel se hicieron muy, muy, muy
mayores.
Llego el momento de que sus cuerpos dejaran ya la tierra y se convirtieran en árboles.
Meditaron juntos el lugar donde iba a suceder y los dos cogidos de la mano bajaron hasta
el río; llegaron a aquel lugar donde siempre les había gustado estar y se pusieron a jugar
a tocar arqueados el agua a cierta distancia del río. Poco a poco, los dos cuerpos se
convirtieron en chopos que juegan a tocar con sus ramas el cauce del río.
A algún Gnomo y a alguna Hada más, la idea de estar con ellos les gustó por eso cuando
llegas a hacer tu baño al “Pozo de la Era” en la pequeña playa de arena que hay,
encuentras unos cuantos chopos que tienen una curiosa arqueación hacia el Río
Guadalope. Ahora tú ya sabes el por qué.

Leyendas de El Obrador

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