domingo, 21 de enero de 2018

Bosque de Béjar - Salamanca

El origen del Bosque de Béjar se remonta al siglo XVI, época en la que los Zúñiga, duques del municipio salmantino de Béjar, quisieron transformar lo que hasta entonces había sido un coto de caza en una finca señorial al más puro estilo italiano.
A pesar de que el paso de los años ha hecho una profunda mella en el estado de conservación del Bosque, declarado Jardín Histórico en 1946, todavía puede apreciarse la estructura principal de la finca.
Esta villa renacentista, de 33 hectáreas de superficie, posee una zona residencial 
constituida por varias construcciones. La principal es un palacete de recreo de planta rectangular desde el que puede divisarse el bosque que la acompaña y la espléndida sierra de Béjar, y donde se celebraron, según documentos de la época,
magníficas veladas literarias que contaron con la presencia de importantes literatos. Junto al palacete se erige la pequeña casa del bosquero –en la que antaño habitaban las personas encargadas del mantenimiento de la finca–, las caballerizas y la capilla.
Junto a todo ello, Zúñiga mandó levantar unos bellos jardines que otorgaran a la finca el aspecto señorial que precisaban. Estos fueron restaurados en el siglo XIX, así que lo que hoy puede verse es un serpenteante parterre en el que se plantaron las coníferas que todavía hoy se conservan, además de una imponente secuoya y unos bonitos setos de boj. Atravesando los jardines se puede acceder a la huerta de la villa, en la que se tiene constancia del cultivo de árboles frutales de todo tipo.
A los pies del palacete se halla la que fuera terraza principal de la villa. Se encuentra coronada por un bonito estanque de trazado irregular cuyas aguas proceden de la sierra bejarana, concretamente del arroyo Garganta del Oso. En el centro del estanque se levanta una pequeña isla con un templete, pero este no es el original de la época, sino el que sustituyó al anterior en la última década del siglo XIX. El agua continúa adquiriendo cierta relevancia a lo largo de toda la villa, y es que las fuentes están presentes por todo el recinto; destacan la de la Sábana, con el escudo heráldico de los duques; la de los Ocho Caños, octogonal y con ocho mascarones; la del Escudo o la de la Reina, ya en la zona de la pradera.
Sin embargo, el elemento más característico del lugar, y que además dio nombre al recinto, es el frondoso bosque de castaños, alisos, nogales, sauces y robles que acompaña a la villa y que, además, contrasta con el meticuloso jardín  renacentista de ordenados trazados, fuentes y estanques. En el medio se encuentran las zonas denominadas del Prado Alto y el Prado Bajo, por cuya alameda se puede pasear.

(20 minutos)

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