Cuenta la tradición que en la esquina de la calle Barrionuevo con la Concepción Jerónima tenía el convento de Santo Tomás una bodega, en competencia con los famosos órganos de Móstoles, servida por tres legos que pulsaban, a gusto del consumidor, ya el órgano del tinto, ya del moscatel, ya del pardillo, hasta que en una visita girada por el General de la Orden de Santo Domingo, fué suprimida la bodega pública. Un anciano vecino de Madrid nos manifiesta que la venta de vino al por mayor existió en un local accesorio del convento, casi frente á la calle de Barrionuevo, local que todos hemos conocido convertido en restaurant popular, designado con el nombre de El Sotanillo, famoso por su especialidad en chuletas asadas.
Según Mesonero Romanos, la idea de los restaurants procede de Londres y se remonta al año 1774. Un tratante de París llamado Boulanger, que vivía en la calle de Précheurs y había habitado antes en las orillas del Támesis, abrió un establecimiento del género de los restaurants, poniendo sobre la puerta este letrero, parodia de la Biblia: Venite ad me omnes qui stomaco laboratii, et ego restaurabo vos. El invento de Boulanger hizo fortuna, y su nombre debe figurar en los anales de la gourmandise con tanto derecho como el de Bril-lat-Savarin.
(Carlos Cambronero)
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