Cuenta la tradición que Jacobo Grattis, de quien se dan más pormenores en la calle del Caballero de Gracia, rondaba cierta noche a una dama que habitaba por estos contornos, y hubo de encontrarse con el príncipe Vespasiano de Gonzaga, a quien suponía rival. Instigado por los celos, dícese que le provocó, y cuando se disponían a cruzar sus aceros, pasó ante su vista una sombra cubierta con un velo y seguida de un zorro que con penetrante mirada amenazaba á los combatientes. Suspendieron el desafío con tal motivo, y ambos diéronse a seguir la sombra, que se detuvo arrimada a una tapia. Entonces descubrieron que era una momia bien conservada, y vestida con ropilla y trusa de terciopelo.
Dícese que todo fué una ficción inventada para infundir miedo a los que transitasen por aquel sitio, porque en la quinta del conde de Vicinguerra de Arcos, próxima al lugar en que hoy se halla el Tribunal de Cuentas, se reunían unos conspiradores que, capitaneados por D. Iñigo López de Mendoza, favorecían las aspiraciones del príncipe D. Carlos, hijo de Felipe II.
Dícese que todo fué una ficción inventada para infundir miedo a los que transitasen por aquel sitio, porque en la quinta del conde de Vicinguerra de Arcos, próxima al lugar en que hoy se halla el Tribunal de Cuentas, se reunían unos conspiradores que, capitaneados por D. Iñigo López de Mendoza, favorecían las aspiraciones del príncipe D. Carlos, hijo de Felipe II.
La frase ¡qué desengaño! pronunciada por los caballeros al encontrarse la momia, dió origen al nombre de la calle, según esta tradición, que, como todas, consignamos sólo para poner al lector al corriente de cuantos antecedentes hemos podido reunir de las calles de Madrid, pero sin que atestigüemos su autenticidad.
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