viernes, 13 de marzo de 2020

La vaquiruela o vacaloria de Santas Martas


Nos contaron los misterios de estos pagos tan majestuosos. Allá en Santas Martas existió el poblamiento que vivía al calor de la abadía. Pueblo religioso acunado por las campanas que tañían estrellando sus ecos entre las paredes de la caliza de Los Calderones. Las ceremonias litúrgicas s/e observan con respeto.
Y se dio la caridad al terminar la misa, y las gentes comenzaron a sentir espantosos dolores de vientre, y días más tarde iban muriendo lentamente entre ayes lastimeros, hasta no sentirse en el poblamiento más que los mugidos de las vacas y los validos de las ovejas.
El pan se había repartido como siempre. Ese pan bendecido en la misa, y que llaman la caridad; del que todos comen en fraternidad y unión. Pero la mujer que lo había amasado, de noche, a la luz del candil de grasa, se fue por el agua al arroyo y en la olla de agua tomó, sin advertirlo, una vacaloria que se quedó entre la masa, envenenándola.
Así murió toda la gente de Santas Martas; por el veneno de la vacaloria que se filtró en la masa del pan de la caridad dominguera.
Solamente se libró una viejecita que había quedado en casa, enferma, sin asistir a la misa. Y como única superviviente quedó dueña del terreno de Santas Martas.
La viejecita fue recogida por un marqués, a cambio de la hacienda comunal. Pasados los años el marqués vendió los terrenos a los vecinos de Otero de las Dueñas, actuales copropietarios de los valles y puertos de Santas Martas.

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