viernes, 20 de marzo de 2020

LEYENDA DE SA FONT DES QUER

Eran tiempos de penuria, las gentes pasaban sus buenos apuros. Las aves de corral no ponían huevos. Las vacas se negaban a dar leche. Y tampoco los trabajadores se sentían muy satisfechos en el campo. Bípedos y cuadrúpedos trataban inútilmente de encontrar el agua que apagara su sed. La fuente se agotaba una y otra vez. De un verano para el otro el agua se hacía más escasa. Y finalmente faltó por completo. Los animales enflaquecían en la dehesa. Los cerdos, que buscaban su alimento dando vueltas por la casa de la finca de Es Grau, se morían. Los campos se agostaban.
Entonces se acercó el esclavo moro Amet a su amo y señor. Le propuso un trato. ¡Agua a cambio de la libertad! Buscaría y encontraría una fuente, si el señor le dejaba irse con provisiones para el camino con una carta de emancipación en el bolsillo. Pronto se pusieron de acuerdo y se fue Amet a la montaña a la búsqueda del precioso líquido del monte s’Esclop. Y la encontró. Allá arriba, escondida entre las empinadas rocas. Encontró las aguas de Sa Font d’es Quer. Volvió lleno de alegría. Lleno de orgullo y de gran esperanza comunicó su hallazgo. Le pareció segura la dorada libertad. Sin embargo, en lugar de respirar el aroma del ancho mundo, le siguió aguardando la dura suerte de una existencia de esclavo.
Mientras en torno a él, el país despertaba a una vida exuberante, el desengañado hijo del desierto lanzaba imprecaciones al cielo. Estaba descontento de su suerte. Preguntaba si esta falta de palabra de su señor era acaso digna de un cristiano. Y la respuesta del cielo no se hizo esperar. La fuente se secó. La finca parecía de nuevo amenazada de sequía y esterilidad. Buscaban y rebuscaban en vano. Mientras el sol, día a día, quemaba con más intensidad, descendía también la última gota de agua por las sedientas gargantas. Entonces el señor de Es Grau se acordó de la promesa dada. Cambiaría de nuevo el agua, así pensaba él, por la libertad de su esclavo. Entretanto Amet, mucho menos convencido que antes de la honradez cristiana, pidió ante todo la bendición de la iglesia. Tenía que venir el párroco de Estellenchs a bendecir el pacto, para garantizar su vigencia posterior. Dicho y hecho. Vino el párroco. En adelante correrían las cristalinas aguas de Sa Font d’es Quer y traerían fertilidad y bendición a todo el país.
De Amet, el esclavo, no habla ya más la leyenda. Pero tal vez en el eterno murmullo de las aguas se oye el eco de una pequeña canción. Sobre la dorada libertad de un hombre de piel morena

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