Medita acerca de que es muy probable que al refugiarse en Peñíscola, Benedicto XIII (Pedro Martínez de Luna), considerado antipapa por el Vaticano, se diera cuenta de que el accidente geológico llamado el bufador fuera un elemento disuasorio para quienes osaran asaltar el castillo donde se atrincheró.
Este aragonés de Illueca (Zaragoza) fue el último papa de la corte de Aviñón y acabó sus días en la ciudad castellonense de Peñíscola tras un larguísimo exilio y numerosas controversias sobre la legitimidad de su pontificado sin que, pese a los intentos, consiguieran asaltar su residencia.
El bufador no es otra cosa que un agujero natural en la enorme roca, de sesenta y cuatro metros de altura y un kilómetro de perímetro, por el que sale y entra el agua del Mediterráneo lo que produce un sonido muy peculiar.
Cuando las aguas del mare nostrum están tranquilas el bufador no pasa de ser una atracción meramente turístico geológica pero, cuando éstas se alteran, el ruido ensordecedor provoca el pánico por su sonoridad que se escucha en casi toda la ciudad vieja, que se asienta sobre la roca donde está el bufador.
Se puede ver desde muy cerca desde el local que hay allí mismo, Samarucs, entrando por el portal de Sant Pere y también, si se dispone de los medios adecuados, desde el mar y siempre con las debidas precauciones. Para los más prudentes existe también la posibilidad de tomar un pequeño barco que hace un sosegado recorrido marítimo por la zona.
La ubicación de la ciudad ya es en si misma un prodigio porque se sustenta sobre una península absolutamente rocosa que está separada del litoral por un istmo de arena que hoy ha desaparecido por la construcción del puerto y otras instalaciones, pero que en tiempo de Luna separaba el peñón de la costa.
(Samarucs.com)
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