¿Cuál fue el primer ferrocarril español? ¿Barcelona-Mataró? No. En contra de la creencia generalizada, el primer ferrocarril español se construyó al otro lado del “charco”, en la isla de Cuba, en los restos del antaño gigantesco imperio español. Cuba fue durante el siglo XIX, hasta la guerra de independencia que significó la pérdida de la isla para España, una provincia de ultramar. Cuba, como Filipinas y Puerto Rico mantenían las mismas ventajas e inconvenientes que el resto de provincias españolas.
Cuba era una importante fuente de ingresos para la Corona hispana. Producía café, tabaco y sobre todo azúcar, cuyos emolumentos llenaban las arcas del Estado. No podemos olvidar que la mitad de la producción azucarera mundial procedía de Cuba. Por ello, y por otras causas, EEUU tenía el ojo puesto en la Perla del Caribe.
La idea de construir un tendido ferroviario en la isla se puso en marcha ya en 1830. Ese año, Marcelino Calero propuso sustituir el tradicional y lento transporte de carros tirados por mulas por una novedosa línea férrea. Calero era un emprendedor industrial extremeño con residencia en Londres y conocía las locomotoras de vapor y sus ventajas en Gran Bretaña. Sin dudarlo, Calero puso su experiencia ferroviaria a disposición de las autoridades coloniales cubanas y una propuesta de línea férrea, que fue vista con buenos ojos. La industria azucarera veía frenada su expansión por los problemas de transporte hacia los puertos isleños desde el interior de la isla, donde se encontraban la mayoría de las plantaciones. Los principales puertos cubanos desde donde se exportaba la producción azucarera se encontraban en La Habana y Santiago. Calero se puso en contacto con el presidente de la Real Sociedad Patriótica de La Habana y con el gobernador de la isla, Francisco Dionisio Vives, al que entregó una detallada memoria de su proyecto. Era el peldaño inicial en la construcción del primer ferrocarril español.
El gobernador y capitán general de Cuba Vives estaba interesado en el proyecto de Calero y envió instrucciones en junio de 1830 a la Sociedad de Amigos del País para que estudiasen las ventajas que una línea férrea podía aportar al desarrollo de la industria del azúcar, y en concreto a su exportación. Se propuso la construcción de un primer camino de hierro entre La Habana y Güines, si bien Vives recomendaba extender el ferrocarril a otras zonas de la isla. Se creó en julio de 1830 una comisión para estudiar la propuesta presidida por el propio gobernador. El 23 de enero de 1831, la comisión emitió un dictamen que permitía la construcción del primer ferrocarril español, cuyo primer tramo se extendería entre La Habana y Güines.
La búsqueda de accionistas que se hiciesen cargo de la financiación fue complicada, pues el ferrocarril, como todo lo novedoso, todavía no contaba con demasiados partidarios. Y el proyecto era caro. Por fin en julio de 1833, la Comisión de Caminos de Hierro presentó un nuevo presupuesto que reducía los costes del anterior, desde 7.000.000 a 1.700.000 pesos. Y lo más importante es que auguraba unos beneficios anuales de 200.000 pesos. Los emprendedores con posibles comenzaron a animarse a partir del préstamo concedido por un comerciante de Londres, Alexander Robertson. Para amortizar el millón y medio de pesos del préstamo puesto en la mesa por Robertson, se emitieron 1985 obligaciones o bonos al portador. Ahora sí que estaba el proyecto en marcha. Pero de verdad. Los ingenieros estadounidenses Alfred Cruger y Benjamin Wright fueron contratados para un proyecto que por fin comenzó en marzo de 1836. El 17 de noviembre de 1837 se inauguraba el primer tramo: La Habana-Bejucal, de 17 millas.
Hubo problemas, cómo no: las locomotoras Novelty eran lentas y de mantenimiento complejo, debido sobre todo a la orografía y al clima isleños. En tres años, las ocho locomotoras que los promotores habían comprado con gran esfuerzo quedaron fuera de combate, con lo que hubo que adquirir otras nuevas, importándolas de Filadelfia (EEUU). No obstante, a pesar de los inconvenientes, se descubrieron las ventajas del invento, y pronto los productores de caña de azúcar de la isla desearon embarcarse en el negocio ferroviario. En 1842 se formó con capital cubano la Compañía de los Caminos de Hierro de La Habana. Posteriormente se crearon otras sociedades con capital español peninsular, radicadas en torno a Matanzas, cuyo puerto exportaba gran cantidad de azúcar. Se crearon nuevos trazados ferroviarios en la isla durante el resto del siglo XIX: ferrocarril de Santiago (1861), de Guantánamo (1877) o el de San Cayetano a Viñales (1888).
(Rutas con Historia)
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