Unas tienen la fama y otras cardan la lana. Y es que si hablamos de mujeres extremeñas que asesinan a un hombre después de otro en venganza por un abandono amoroso, pronto se nos viene a la cabeza el arquetipo por excelencia: la Serrana de la Vera.
Sin embargo, la provincia de Badajoz también tiene su propia “serial killer”, a la que todavía se recuerda en el pueblo de Táliga en las noches de tormenta y de cuyo molino aún quedan en pie algunos muros entre higueras salvajes.
La Tía Cabalganta, cuyo nombre real se ha perdido en el tiempo, era una joven hermosa y divertida que tuvo la mala fortuna de enamorarse de un forastero que apareció en el pueblo durante las fiestas patronales de Táliga. Tras muchas promesas de amor eterno y de matrimonio inmediato, el forastero desapareció una mala mañana, abandonándola ultrajada y con el corazón roto.
Desde entonces, despreciada y rechazada por los vecinos del pueblo a causa de un sentido del honor mal entendido, fue mudando el carácter, los modales y la personalidad, llegando a ser temida y aborrecida por sus convecinos.
La Tía Cabalganta decidió abandonar el pueblo y establecerse en un molino abandonado junto a la rivera de Táliga. Allí buscó una nueva vida, aislada del resto del mundo y adquiriendo un carácter cada vez más hostil. Según cuentan los pastores, ganaderos y habitantes de cortijos cercanos, solían verla recogiendo productos del campo para calmar el hambre. Incluso alguno llegó a afirmar que era frecuente verla frente al molino con un gran caldero, a la luz de la luna llena, musitando conjuros y elaborando pócimas, lo que le acarreó en los contornos la única mala fama que le faltaba: la de bruja.
Lo cierto es que su resquemor hacia los hombres se convirtió en inquina y odio hacia los forasteros, y parece ser que habilitó una de las habitaciones del molino, ubicado en el camino que va de Higuera de Vargas a Barcarrota, para recoger a los viajantes que por allí pasaban.
Muchos fueron los que pensaron que era su día de suerte cuando encontraron cama limpia y posadera hermosa, pero ninguno, según la leyenda, salió con vida de aquel lugar. Antes del alba, la Tía Cabalganta los degollaba. Después, los enterraba en un huerto cercano.
Cuenta que fueron quince los hombres asesinados por la Tía Cabalganta, y que los frutos del huerto eran los más hermosos de la zona, y aunque en el pueblo se murmuraba sobre las desapariciones del molino, nadie se atrevió a denunciarla por miedo a su supuesta condición de bruja.
Pero el miedo de los vecinos desapareció una fría noche de tormenta junto a La Tía Cabalganta. Cuentan que los relámpagos y los truenos hacían tambalearse los cielos negros, y que la lluvia caía tan fuerte que parecía que se habían abierto las compuertas del infierno.
Nadie sabe que ocurrió con ella, pero tampoco nadie volvió a verla con vida. Algunos afirman que un rayo justiciero la calcinó; Para otros, se ahogó con la crecida de la ribera, y la corriente impetuosa se llevó lejos su cuerpo, aunque no su recuerdo.
Porque tiempo después, un vecino que se dirigía a su trabajo afirmó haber visto, junto al huerto donde enterraba a sus víctimas, a una mujer esbelta y hermosa, con los vestidos convertidos en jirones, huyendo entre los matorrales perseguida por los espectros de unos cuerpos degollados.
( Extremadura secreta)
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