En la catedral el papa desposó a doña Margarita con el rey Felipe III, representado por el archiduque Alberto, y a continuación se celebró el casamiento del archiduque con la infanta Isabel Clara Eugenia, lo que dio lugar a un pintoresco espectáculo.
La infanta Isabel Clara Eugenia había dado poderes al duque de Sessa para que la representase en la ceremonia, por lo que, muy modosito, éste dio la mano al archiduque y los dos pronunciaron el "Sí, quiero" ritual.
Arrodillados los dos recibieron la bendición nupcial dada por el pontífice. Debía ser cosa digna de ver.
Por la noche se celebró en Ferrara un sarao y baile en honor de la nueva reina, pero ésta no se presentaba a la fiesta, enviando al pontífice una nota en la que le pedía que disculpase su ausencia debido a que por la mañana había comulgado y en los días en que lo hacía no asistía a fiestas. El papa la convenció diciéndole que no había ningún mal en asistir al baile, ya que, aparte de ser éste honesto, ella se debía a sus obligaciones como reina.
(Carlos Fisas)
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