Cuentan que en cierta ocasión el rey se sintió indispuesto y mandó buscar por toda Barcelona al médico que tuviese menos cruces pintadas en su puerta.
Los mensajeros del rey recorrieron toda la ciudad y encontraron un médico que sólo tenía veinte cruces y le llevaron ante el monarca. Este la felicitó de que sólo se le hubiesen muerto veinte pacientes y le preguntó cuanto tiempo llevaba de práctica. El interpelado contestó que tres días.
El rey quedó aterrorizado y mandó buscar al médico más antiguo de la ciudad. Fué necesario preguntárselo a uno por uno hasta encontrarlo.
En vista de lo sucedido, el rey ordenó que los médicos pintasen en su puerta una raya por año de ejercicio además de una cruz por cada difunto. Así se podía establecer la relación entre los años de profesión y los pacientes fallecidos.
Cuenta también la voz popular que quienes sentían malquerencia por un médico le pintaban en la puerta muchas cruces y borraban las rayas a fin de desprestigiarle.
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