Hacia el final de la calle de Claudio Coello, entre Diego de León y General Oráa, está el convento de Santo Domingo el Real de Madrid, el que perdiera en el vendaval de la desamortización su primitivo solar en la plaza de Santo Domingo, a la que dio nombre, y donde había sido fundado en 1218.
Entre revoluciones, guerras y otros sucesos, poco es lo que las monjas conservan del rico y primitivo monasterio, pero en el breve tesoro está un objeto de extraordinario valor histórico y emocional: la pila donde se vienen bautizando los reyes de España desde Fernando III el Santo.Pertenecía esta pila a la iglesia del castillo de los Guzmanes, que después fue parroquial de Caleruega, y de allí fue sacada por orden del rey Fernando el Santo, después de la canonización de Santo Domingo de Guzmán, entregándola a la custodia de este monasterio al que él dio título de real, destinada a que sirviera en los bautizos de las personas reales.
Cumpliendo este menester, ha viajado por distintos puntos de España. Alfonso X el Sabio la llevó a Valladolid para el bautizo de su hijo don Sancho, y a dicha ciudad hubo de volver enviada por Felipe III para el bautizo del que sería Felipe IV. Amadeo de Saboya, durante su breve reinado, la hizo llevar a palacio para administrar el sacramento a su hijo nacido en Madrid. En el siglo XVIII fue a Sevilla para la infanta doña María Antonia Fernanda, que había de ser reina de Cerdeña, y a El Pardo. Su última salida de Madrid fue a la Granja para la ceremonia de cristianar a los infantes don Jaime y doña Beatriz. En ella se bautizó al príncipe Felipe.
La pila es de piedra, recubierta con un engaste de plata con relieves de oro, en el que figuran escudos de esmaltes, de España y de la cruz lisada y partida dominicana. Este engaste actual se realizó en 1771, sustituyendo a otro más antiguo, y se emplearon en él 174 onzas de plata. La zona media está recorrida por un fino adorno de palmetas.Cuando es preciso que salga de Madrid o del convento, es transportada en un estuche con varas laterales para facilitar su carga.
Cuando los bautizos se celebraban en palacio, se solía colocar sobre una columna de plata que le servia de pie.El siempre riguroso ceremonial palaciego preceptuaba que, en sus desplazamientos, fuera acompañada por uno de los jefes superiores de palacio y el capellán mayor, que la llevaran en una de las carrozas de la casa real. Los bautizos en el palacio real era costumbre se celebraran en el salón llamado de Gasparini. Con iguales honores se devolvía, acabada la ceremonia, al convento de las monjas dominicas.
El único que no ha sido bautizado en esta pila el Rey don Juan Carlos I, que nació en Roma. En cambio si fué utilizada para bautizar a las Infantas doña Elena y doña Cristina y al Príncipe Felipe.Habitualmente se encuentra en una capilla del templo conventual, visible desde la nave del mismo.
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