El arranque de una diligencia era trabajo laborioso, precedido de una serie de gritos y arreos a los animales hechos por el ayudante del mayoral, que provisto de un látigo, cabalgaba encima del animal delantero del tiro y por el mayoral, que desde el pescante, conducía el vehículo. Después de estas voces tocaban el dorso de las caballerías, esto es, les azotaban o tocaban levemente el lomo, y entonces la galera arrancaba.
Se asoció de tal manera las idea de tocar el dorso y empezar a andar que se ha formado la frase: "tocar el dos", corrupción de dorso, para indicar que uno se va de un sitio.
Los pasajeros pronto establecían conversaciones, y es fama que no tenía que decirse ninguna verdad. Todo el mundo hablaba de grandes viajes, de tierras extrañas visitadas, de parentesco con gente de gran prosapia y altos vuelos; tanto es así que a una mentira que se quiere calificar de gorda e inverosímil se la tilda de mentira de galera.
Con el servicio de diligencias y viajes se organizó también el de transportes. Antes, enviar un paquete u otra cosa era casi imposible si no lo hacía uno mismo. Con el principio de las diligencias, un tal Joan Xarau organizó las primeras agencias de transportes entre las principales poblaciones catalanas, y, naturalmente, todo lo que se enviaba se hacía por mediación de Xarau, que era conocido por toda Catalunya. Su popularidad produjo en el vivir patriarcal y sencillo de nuestros abuelos la suficiente sensación como para crear la comparación: más conocido que Xarau, que se aplica a los que son muy conocidos en su medio.
(Joan Amades. Traducción de Eugenio Bartolomé)
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