La presentación de la nueva imagen de la Virgen de la Soledad, que tan venerada había de ser por los madrileños, se realizó el día 14 de septiembre de 1565.
La imagen, que se tiene como la primera representación tallada en madera de la advocación de la Soledad de la Virgen Nuestra Señora, que hasta entonces había sido representada en imágenes de pincel, la había realizado nada menos que el gran escultor Gaspar Becerra por encargo de la reina doña Isabel de Valois, esposa de Felipe II. Se dijo que el artista había intentado varias veces la obra sin que encontrara medio de plasmar en la madera la cara que él deseaba, hasta que una noche se le apareció en sueños la Virgen y, levantándose, se apresuró a realizar la obra que, no teniendo otro material a mano, hubo de hacer en un madero que salvó del fuego en la chimenea de su casa.
La Reina entregó la imagen al convento de los franciscanos mínimos, llamado de la Victoria por su fundador fray Juan de la Victoria, que lo inició en 1561, Y estaba a la entrada de la Carrera de San Jerónimo, siendo terreno del convento la actual calle de Espoz y Mina, que se abrió por su solar y llegaba hasta la calle de la Victoria, a la que dio nombre.
La imagen, pues, se puso en la iglesia de este convento, pero la devoción que pronto despertó y la activa Congregación que para su culto se fundó inmediatamente hicieron que se le erigiera capilla propia de nueva construcción y entrada independiente de la iglesia, ocupando el solar de lo que primeramente había sido el refectorio conventual, y que se bendijo el 19 de septiembre de 1660.
La Congregación, que fue una de las que intervino en la construcción y explotación posterior de los corrales de comedias madrileños, fundó también la Inclusa, para los niños abandonados, y el Asilo, más tarde.
En el año 1645 una señora, devota de la Virgen, ordenó hacer una copia de la imagen, que envió a las Indias, concretamente a las tierras que habían de ser después Venezuela, donde navegó en el San Fernando, barco al mando del capitán Sancho de Paredes.
Cuando estaba ya a la vista de las tierras americanas, naufragó la nave frente a La Guaira, y la imagen, encerrada en un cofre, flotó sobre las aguas marchando hasta la playa de la Narigüeta.
Encontrada en aquel lugar, fue llevada al convento de los franciscanos en Caracas, donde permanece. La imagen original, después de estos siglos en su capilla de la Carrera de San Jerónimo, cuando la desamortización arruinó este convento franciscano, fue llevada a la antigua iglesia del Colegio Imperial, de la calle de Toledo, que había de oficiar durante un siglo como Catedral provisional de Madrid, cuando la Villa llegó a ser cabeza de sede eclesiástica.
Como es sabido, la iglesia fue quemada durante la Guerra y en el incendio se perdió la antigua imagen de Gaspar Becerra, una de las tantas obras de arte que desaparecieron entonces.
Acabada nuestra contienda, un grupo de antiguos devotos quiso resucitar la devoción a la Virgen de la Soledad, tan unida como vemos a la historia de Madrid y entonces encargó a Caracas la copia de la imagen allí existente, que, traída a España, es la que existe en la actualidad.
Virgen, pues, que hizo el viaje de ida y vuelta a las Indias, y que vino a sellar, en la común Fe de las tierras de una y otra orilla, la verdadera comunidad espiritual de los pueblos de habla hispana.
La imagen, que se tiene como la primera representación tallada en madera de la advocación de la Soledad de la Virgen Nuestra Señora, que hasta entonces había sido representada en imágenes de pincel, la había realizado nada menos que el gran escultor Gaspar Becerra por encargo de la reina doña Isabel de Valois, esposa de Felipe II. Se dijo que el artista había intentado varias veces la obra sin que encontrara medio de plasmar en la madera la cara que él deseaba, hasta que una noche se le apareció en sueños la Virgen y, levantándose, se apresuró a realizar la obra que, no teniendo otro material a mano, hubo de hacer en un madero que salvó del fuego en la chimenea de su casa.
La Reina entregó la imagen al convento de los franciscanos mínimos, llamado de la Victoria por su fundador fray Juan de la Victoria, que lo inició en 1561, Y estaba a la entrada de la Carrera de San Jerónimo, siendo terreno del convento la actual calle de Espoz y Mina, que se abrió por su solar y llegaba hasta la calle de la Victoria, a la que dio nombre.
La imagen, pues, se puso en la iglesia de este convento, pero la devoción que pronto despertó y la activa Congregación que para su culto se fundó inmediatamente hicieron que se le erigiera capilla propia de nueva construcción y entrada independiente de la iglesia, ocupando el solar de lo que primeramente había sido el refectorio conventual, y que se bendijo el 19 de septiembre de 1660.
La Congregación, que fue una de las que intervino en la construcción y explotación posterior de los corrales de comedias madrileños, fundó también la Inclusa, para los niños abandonados, y el Asilo, más tarde.
En el año 1645 una señora, devota de la Virgen, ordenó hacer una copia de la imagen, que envió a las Indias, concretamente a las tierras que habían de ser después Venezuela, donde navegó en el San Fernando, barco al mando del capitán Sancho de Paredes.
Cuando estaba ya a la vista de las tierras americanas, naufragó la nave frente a La Guaira, y la imagen, encerrada en un cofre, flotó sobre las aguas marchando hasta la playa de la Narigüeta.
Encontrada en aquel lugar, fue llevada al convento de los franciscanos en Caracas, donde permanece. La imagen original, después de estos siglos en su capilla de la Carrera de San Jerónimo, cuando la desamortización arruinó este convento franciscano, fue llevada a la antigua iglesia del Colegio Imperial, de la calle de Toledo, que había de oficiar durante un siglo como Catedral provisional de Madrid, cuando la Villa llegó a ser cabeza de sede eclesiástica.
Como es sabido, la iglesia fue quemada durante la Guerra y en el incendio se perdió la antigua imagen de Gaspar Becerra, una de las tantas obras de arte que desaparecieron entonces.
Acabada nuestra contienda, un grupo de antiguos devotos quiso resucitar la devoción a la Virgen de la Soledad, tan unida como vemos a la historia de Madrid y entonces encargó a Caracas la copia de la imagen allí existente, que, traída a España, es la que existe en la actualidad.
Virgen, pues, que hizo el viaje de ida y vuelta a las Indias, y que vino a sellar, en la común Fe de las tierras de una y otra orilla, la verdadera comunidad espiritual de los pueblos de habla hispana.
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