miércoles, 15 de octubre de 2008

La Hermosa de la Mancha Roja (Soria)


El castillo de Belimbre perteneciente en un tiempo a los musulmanes fue conquistado en dura lucha por las huestes de Alfonso VI, mas concretamente por un caballero de su ejército llamado Don Suero del Valle, que tuvo que luchar denodadamente contra el entonces poseedor de la fortaleza Aben-Zaide.
Cuenta la leyenda que llegó de noche con sus tropas y tomó la villa sin gran esfuerzo, pero el castillo sin embargo estaba bien defendido y no pudo conquistarlo. Don Suero aconsejado por la prudencia, ordenó suspender el asalto y propuso a sus defensores una honrosa rendición, pero no hubo manera de hacerles entrar en razón.
Aben-Zaide tenía una hija llamada Zulima, cuya belleza era reconocida en toda la comarca, don Suero que se enteró de ello, le propuso al musulmán que dejara salir a su hija puesto que él le ofrecería un lugar seguro hasta que la batalla terminara y así apartarla del peligro, pero la generosa proposición fue rechazada también.
Así se prepararon los soldados de ambos bandos, la lucha fue terrible, la sangre manchaba de rojo las armaduras de los caballeros y el ruido de los aceros chocando entre si era terrible. El jefe de los cristianos secundado por sus más valientes guerreros escaló el torreón principal, logró vencer a los guardianes de las almenas y se introdujo en el interior donde se encontró frente a frente con Aben-Zaide. Se acercaron con sus espadas desenvainadas y estaban a punto de acometerse cuando se oyó un grito que detuvo a los contendientes. Era Zulima que con lágrimas en los ojos les pidió a ambos que dejaran la lucha. Don Suero al verla bajó la espada y prometió a Aben-Zaide su libertad y la de su hija si se rendía, pero la respuesta fue un ataque que casi le secciona la cabeza. Don Suero ya no dio mas oportunidades y comenzó a defenderse, la lucha fue dura hasta que el árabe cayó herido de muerte a los pies del guerrero cristiano.
Don Suero no tomó represalias con el resto de musulmanes cuando terminó de conquistar el castillo y Zumila recibió toda clase de atenciones y trato cortés por parte del conquistador que incluso le permitió seguir viviendo dentro del castillo con todos los sirvientes que poseía. La generosidad de Don Suero, alcanzó también a los moradores árabes del territorio, les dejó en libertad y no les quitó ninguna de sus posesiones, es decir no hizo lo que en la época se llamaba "botín de guerra" por lo que se ganó el aprecio de todas sus gentes.
Enterado el rey Alfonso VI de la victoria de su caballero, le dio por heredad el castillo conquistado y todas sus tierras. De esta forma Don Suero, se instaló definitivamente en el castillo e hizo traer a su prometida, la hizo su esposa en la capilla de la fortaleza y organizó una gran fiesta donde fueron invitados tanto cristianos como musulmanes. La felicidad de las gentes era grande al haber dado con un señor tan generoso, sin embargo había una persona que albergaba un gran dolor en su corazón, era Zumila, estaba desesperadamente enamorada del único hombre que nunca la había pretendido: Don Suero. Cuando el castellano se casó con su prometida, Zumila se encerró en sus habitaciones y una profunda amargura y odio nació en su interior.
Don Suero tal vez adivinando su pena secreta, le ofreció una gran casa en las afueras del territorio para que se instalase cómodamente fuera del castillo, pero ella no quiso aceptar.
Pasó el tiempo y los señores de la comarca Don Suero y doña Luz tuvieron su primer hijo. Había una gran paz y prosperidad en toda la región, nadie podía adivinar lo que se avecinaba.Una noche, la villa comenzó a arder por los cuatro costados, Don Suero se puso al frente de su gente para intentar sofocar el incendio. Durante toda la noche lucharon contra las llamas. A pesar de la confusión Don Suero se percató de que el fuego venía de diferentes lugares, por lo que una sombra de sospecha comenzó a perseguirle. Al acabar con las llamas, regresó sudoroso y sucio al castillo, ya amanecía. Agotado por el esfuerzo y deseoso de reunirse con su mujer doña Luz, pero al entrar en la habitación donde horas antes la había dejado descansando se encontró con su cuerpo ensangrentado y tendido boca abajo sobre las sábanas de seda blanca, además la cuna del niño estaba vacía. A grandes gritos llamó a la guardia y todos los soldados con él a la cabeza inspeccionaron el castillo por todos sus rincones, dando gritos de desesperación entró al final en todas las estancias, pero no encontró a nadie, finalmente preguntó desesperado a la doncella de su mujer que con gran temor afirmó que se había quedado dormida pero que le pareció haber visto al esclavo de Zumila, un joven llamado Nizio, salir de los aposentos de doña Luz. A toda prisa de dirigieron a los aposentos de Zumila, se encontraron la puerta cerrada y nadie respondía a los golpes por lo que se dispuso a derribarla con un hacha cuando oyó del otro lado la voz de su hijo, y entonces pensando que la violencia y el nerviosismo podían volverse en contra del pequeño que estaba dentro, optó por una estratagema. Con la voz más sosegada que pudo sacar de su garganta habló a Zumila, dijo que le perdonaba lo que había hecho porque comprendía que fue en un arrebato de locura debido al amor que sentía por él, que sentía lo mismo por ella, pero que su compromiso anterior con doña Luz le había impedido realmente mostrarle sus sentimientos. Zumila, al principio nerviosa, comenzó a tranquilizarse al oír las palabras que tanto había esperado, confesó entre lágrimas que ella misma había clavado el puñal en el corazón de doña Luz mientras el criado se llevaba al niño.
Tras horas de conversación Don Suero le pidió que abriera la puerta, ella finalmente convencida y llena de alegría la abrió y ambos se encontraron frente a frente. De un brusco manotazo, Don Suero la apartó y fue directo a la cuna del niño donde observó que dormía tranquilo. Zumila comprendió entonces por la mirada de odio de su amado que todo había sido un engaño, cuando vio que los soldados sacaban sus aceros para cumplir justicia, ella misma se acercó a la ventana y se arrojó por las almenas.
Don Suero no quiso ser presa del los recuerdos y devolvió el castillo al rey Alfonso VI, partiendo lejos y dejando atrás tanta traición para rehacer su vida al lado de su hijo, su estancia allí no habría hecho otra cosa que avivar el dolor de la muerte de su esposa.
Sin embargo la historia de la traición de Zumila permaneció en la mente de las gentes hasta nuestros días.Todavía hay gente que dice que ha visto en las noches de tormenta, como en la que se produjo el incendio, la figura de una mujer con las manos llenas de sangre que desesperada intenta quitarse tales manchas a la orilla del río Jalón, sin duda puede tratarse del espíritu inquieto de Zumila a la que las gentes llaman "La hermosa de la mancha roja".
« Pedro de Mingo »

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